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La importancia del asesoramiento legal en la redacción del contrato

  • Foto del escritor: Fabio Joffre Calasich
    Fabio Joffre Calasich
  • 1 abr 2015
  • 3 Min. de lectura

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La habitualidad de las transacciones mercantiles y su vasta diversificación exige a los participantes economizar al máximo los recursos invertidos en la definición de las condiciones en que se pactará por escrito una reciproca prestación de obligaciones. Con economizar recursos no solo nos referimos a la parte monetaria sino más que todo al ahorro de tiempo y esfuerzos de personal involucrados en la estipulación de las condiciones contractuales, de manera que se minimice en lo posible los denominados costos de transacción a fin de sacar el máximo provecho al resultado de los servicios a acordar.


Empero muchas veces este contexto de agilidad en los negocios refuerza en las partes suscribientes, la errónea percepción de que la redacción profesional de las condiciones contractuales, es un mero formalismo susceptible de ser “superado” acudiendo a diversas maniobras de simplificación del molesto obstáculo documental. Estas maniobras implican con algunas variantes, la directa redacción de las cláusulas contractuales por las mismas partes suscribientes, quienes desprovistas de la necesaria experiencia profesional en materia contractual optan por plasmar los términos de sus relaciones obligacionales, hipotecando desde el inicio y al azar del destino, el éxito de su negocio. En otras ocasiones se opta por una variante que supone tal vez un agravante en los riesgos negativos del éxito de la transacción, como cuando se encarga la redacción de las clausulas contractuales a empleados o auxiliares de la actividad empresarial del contratante tales como secretarios, administradores, contadores, etc., sin que estos tampoco tengan la necesaria experiencia profesional para prever y sincronizar cada uno de los diferentes contextos legales que integran el panorama negocial particular. Un común denominador en esta cultura negocial artesanal es el recurso a plantillas o formatos de contratos tipo sacados de alguna fuente ya sea personal o de contenidos virtuales que adolecen por razones obvias, del necesario sistema de valoración especifica del negocio a emprender.

La ausencia de la necesaria intervención de un especialista abogado en la orientación y redacción del contrato en estos aspectos, viene acompañada por otros prejuicios igualmente saboteadores del emprendimiento transaccional tales como: el conocimiento distorsionado del contrato como requisito legal sin sentido que solo dilata y hasta entorpece el arribo de un acuerdo ágil entre partes; una ilusoria pretensión de ahorro de los costos asociados a una configuración profesional del contrato tales como honorarios del abogado, Notarios, timbres, etc., (que desde ya implica un presagio funesto al éxito del negocio y solvencia de los contratantes).


La configuración idónea de un contrato para cualquier tipo de transacción (laboral, comercial, servicios, etc.) debe incorporar una inteligente sinergia de los diferentes contextos legales, económicos y personales en que necesariamente se desarrollará la ejecución de la transacción a pactar. En esto, la simple referencia de la legislación aplicable y la descripción de las prestaciones no es suficiente para dar por asegurado el éxito del negocio a contratar. También entran cuestiones de mayor trascendencia tales como la situación legal de las partes contratantes, si son o no sujetos de comercio, si cuentan con los requisitos personales para la prestación o adquisición de los servicios o bienes a contratar, la solvencia de su patrimonio que sustenta la integridad de la prestación, etc. Asimismo cobra gran relevancia la dinámica financiera que adoptarán las partes para la remuneración y prestación de sus obligaciones, de donde depende no solo la figura contractual a adoptar sino también la correcta formulación de las condiciones de tiempo, espacio, calidad, cantidad, valor, etc., de las prestaciones a realizar por cada una de las partes. Todo ello sin dejar de lado las previsiones contractuales en caso de controversias sobre la aplicación del contrato o incumplimientos no siempre por malicia de una parte sino por el surgimiento de imprevistos, fuerza mayor, etc.


Estos y otros aspectos son los que el asesoramiento legal idóneo de un abogado especialista provee para el éxito de una actividad negocial. Su experiencia y conocimientos son los que le facultan a discernir en la sincronización más efectiva de aquellos contextos legales, personales y económicos que componen la transacción específica a configurar por las partes, las cuales al carecer naturalmente de estos recursos, precisan el auxilio de este tipo de asesoramiento profesional.


La redacción de un contrato idóneo no es un documento a desempolvar en caso de demandar a la otra parte por alguna controversia irreconciliable surgida en la ejecución de la prestación, sino que al contrario, constituye la piedra fundamental sobre la que se asentará la estructura de un negocio comercial, transacción económica, prestación de un servicio, etc. Su correcta y profesional formulación constituye un referente de solvencia económica, moral y profesional de las partes que empeñan sus esfuerzos en consenso para la obtención de utilidades legítimas que engrandezcan sus actividades económicas.


 
 
 

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